Culmina
el año y sigue en curso una dura pulseada por un bono navideño que morigere
aunque sea en parte la feroz inflación. Cristina Kirchner juega con los
sentimientos populares previo a las fiestas, negándose a otorgar algún aumento
extra a millones de trabajadores, jubilados y beneficiarios de planes sociales
que lo necesitan.
Miles no
tendrán para el pan dulce y la sidra, mientras el patrimonio presidencial y el
de sus funcionarios han crecido en forma sideral. Por eso hay luchas salariales
y marchas por comida para los barrios carenciados.
El
ministro de Economía acaba de decir que la inflación anual es de solo el 24%.
¡Caradura! Consultoras privadas y mediciones provinciales coinciden en que ya
supera el 40%. Si los aumentos de salarios y jubilaciones fueron en cuotas y la
gran mayoría no llegó al 30 por ciento, está claro que hay un severo ajuste que
hay que derrotar.
En ese
marco, el gobierno tuvo que aflojar. Anunció que no descontará, aunque por
única vez, el impuesto a las Ganancias del medio aguinaldo al 80% de los
trabajadores que sufren ese robo.
Es una
medida insuficiente. A un trabajador soltero con un sueldo en mano de $16.000,
en lugar de descontarle 24 mil pesos en el año, con el anuncio le retendrán
22.000. O sea, sigue el robo al salario cuando está claro que “no es ganancia”.
Pero el gobierno retrocedió de su política originaria de “no dar nada”. Y lo
hizo ante la bronca obrera, para descomprimir la enorme insatisfacción de las
bases sindicales y la amenaza de un nuevo paro general